así como la tierra que sobre su eje gira, mi alma en mí gira también, el día que su flujo cese, el día de mi muerte será, pues sin un alma alboratada qué más que un cadáver su morada se convertirá.

lunes, junio 20, 2005

Elegí, corazón.

Elegí respirar en un día gris y sucio, contando cada hoja que desnudaba los árboles, arrancando embravecida mi piel, todavía esperando y con cautela espiando a través de la ventana de madera podrida. Embelesando las nubes, que tan pesadas me caían encima, y tibia, agónica y libre me acostaba desnuda en la nieve, pudiendo decir que ya no siento con toda verdad aparente. Elegí deshojar mil flores en el otoño que todo lo deshace, despoja, desaira, y teñir de suave escarlata tu piel mártir. Y elegí drogar tu voz y romper tu alma, pero lo hice con culpa, y hoy me rebate la nostalgia de poder odiarte, de poder amarte, sentir tu odio y llorar por palabras erradas. Es tal el ocaso que mi vida hoy sufre, que mis manos han corrido desesperadas a rozar tu cara, labios que besan con un deseo extraño, y luego a través de tus ojos siento que es verdad que ya no tengo aliento, que esta sábana sólo envuelve un supérfluo cuerpo con un destino maltrecho como su fisonomía, pero que se estremece cada vez que lo miras, y cada vez que respiras se llena de calor artificial. Pero incierto en mi tiempo cuatro muros me encerraron con ese alma lejana, suave, tímida y afilada, y sentí la traición en mis propias manos, y mis ojos buscan desesperados un lugar a donde huir de la culpa de mi conciencia blanca. Y jamás elegí mi felicidad ante la vuestra, y ni en 3 milenios comprenderé el por qué de este esfermo cosmos... Pero en el horripilante despertar de un sueño tan azul como aberrante, siento tus manos por mi espalda, y tus ojos miran fijos a los míos, como si en el reflejo pudieran ver lo que hay en mí de vos, como si pudieran descifrar el dolor y al cerrarlos, acabaras con el cáncer que sigiloso avanza en mi corazón.

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